BINOMIO
Hace cuatro años, llegaste a mi
vida, Baloo, y desde ese instante supe que nada volvería a ser igual. No eres
solo un perro, eres mi compañero, mi confidente y mi maestro. Viniste a
enseñarme más de lo que yo podría haber soñado, y cada día a tu lado es un
recordatorio de lo que significa la lealtad, el amor incondicional y la alegría
pura.
Has llenado mi hogar con una
calma que se mezcla perfectamente con la energía desbordante que desatas en
cada paseo. En casa, eres tranquilo, sereno, un fiel guardián que siempre está
a mi lado. Pero basta con salir a la calle para que te conviertas en un
torbellino de vida, una fuente interminable de felicidad que contagias a todos
los que te cruzas en tu camino.
Tu fama se ha extendido por cada
rincón de las calles que recorremos juntos. Salir contigo se ha convertido en
una experiencia que requiere tiempo, ya que todo el mundo te conoce. No es para
menos: tu simpatía es inigualable, tu gran corazón conquista hasta al más
serio, y tus trenzas de colores, junto con ese moño de nudos, te hacen
verdaderamente inolvidable.
Día tras día, persona tras
persona, escribes nuevas historias con esa habilidad única que tienes para
conectar con los demás. Porque eres mucho más que un perro; eres un amigo leal,
un compañero incansable que siempre está ahí, listo para compartir una aventura
o simplemente acurrucarse a mi lado. Y no es de extrañar que te hayas ganado
tantos apodos: desde "perro marihuana" por los niños del colegio,
hasta "cabezón de pelo rizado”. Aunque hay uno que destaca entre todos:
“Tinder”, porque consigues más teléfonos que cualquier app. A pesar de todos
esos apodos, mi favorito es “perro zahorí”, porque siempre encuentras agua
donde nadie más la ve. Ya sea un charco de lodo o un arroyo cristalino, tú te
sumerges con la misma felicidad.
Asun, la vecina que siempre te
espera galleta en mano, y Ángeles, esa vecina cuya puerta abierta es una invitación
para que te cueles en su cocina, sabiendo que algo delicioso te caerá. También
están tus suegros, Gely y Vicente, a quienes reconoces desde lejos,
especialmente a Vicente, con la esperanza de que lleve alguna galleta en el
bolsillo. Pero claro, te has buscado una señora de carácter. Noa, te detecta en
cuanto te huele y se pone en guardia, manteniendo la distancia de seguridad. Si
osas cruzar su perímetro, su ladrido te pone firme en un instante. Pobre Noa,
con las caminatas y los desayunos que te han dado algunos…Como bien dice el
refrán: “De la calle vendrán y de tu casa te echarán”. Y qué decir de Aida, que
con su desparpajo me dice: “Si vas sin Baloo, ni te reconozco, porque Mochu se
ha dado cuenta”.
Mis padres son los canguros
oficiales cuando me escapo y Baloo no puede venir conmigo. Has transformado su
hogar en un paraíso para ti, disfrutando de largos paseos y de las comidas. Mi
madre está convencida de que deberías comer como un humano, cinco veces al día.
Incluso has logrado lo que parecía imposible: que Elena, quien nunca ha sido fanática
de los perros, te saque de paseo y te abrace como si fueras uno de los suyos.
Tienes un don especial para ganarte a todos, incluido a aquellos que, al
principio, no sabían lo que se estaban perdiendo.
Entre tus muchos amigos está
Axelle, la mejor estilista canina. Dicen que un perro sucio es un perro feliz,
y tú, Baloo, eres el ejemplo perfecto de ello: te encanta revolcarte por todos
lados. Sin embargo, de vez en cuando hay que ponerte al día y, gracias a
Axelle, quien mantiene tus nudos a raya, siempre vuelves a tu mejor versión
después de tus aventuras más sucias. ¿Qué haríamos sin ella?
¿Cuántas veces has transformado
una simple caminata en el campo en una aventura épica? Juntos hemos explorado
cada rincón, desde caminos solitarios hasta ríos y pantanos, y en la playa eres
imparable, desafiando las olas con la valentía de un guerrero. No importa
cuánto te llame, en el agua te vuelves sordo a todo, excepto a la voz de la
naturaleza que te llama a jugar.
Hoy celebramos cuatro años desde
que llegaste a casa, Baloo, y solo puedo agradecerte cada segundo que
compartimos. Has revolucionado mi vida de maneras que nunca imaginé, y dejas
una huella imborrable en el corazón de todos los que te conocen. Pero sé que
nada de esto sería posible sin haber conocido primero a Atila, el gran Atila.
Corazón de algodón, orejas de lobo fiero, tú fuiste un gran amor canino, y
cuando te fuiste, te llevaste un pedacito de mi corazón contigo. Todavía
recuerdo esas tardes interminables en el campo, caminando juntos por ríos y
pantanos, o cuando nos escapábamos a la huerta para darnos un buen baño. Bajaba
contigo, mi perro leal, y subía con una correa vacía, porque, a tus 14 años, al
más puro estilo de Julio Iglesias, olías a hembra y desaparecías, haciéndome
pasar alguna que otra vergüenza. Pero nunca olvidaré el día en que, bajando por
el campo, nos topamos con aquella vecina loca pegando voces. Fue en ese
instante, cuando te vi sacar tus orejas de lobo fiero y ponerte en guardia, que
supe lo que era el verdadero coraje, la verdadera lealtad. Gracias, Atila, por
todo, por ser mi confidente, mi protector, y por acompañarme en una parte de mi
vida. Siempre estarás en mi corazón, Atila, y es gracias a ti que hoy puedo
disfrutar de la compañía de Baloo, quien continúa el legado de amor y lealtad
que tú iniciaste.
Este es un pequeño homenaje para
ti, Baloo, por todo lo que has dado y todo lo que me sigues dando, por todo lo
que hemos vivido y por todas las historias que aún nos quedan por crear juntos.
¡A seguir caminando, siempre
juntos, mi fiel amigo!
Duende del Sur