MASC X MASC
Qué curioso es este fenómeno,
¿verdad? Algunos parecen estar tan obsesionados con proyectar una imagen de
"masculinidad pura", casi como si fuera una insignia que deben llevar
con orgullo y defensa férrea. "Masculino por masculino", claman, como
si eso fuera una virtud incuestionable. Rechazan cualquier señal que pudiera
asociarlos con algo que no encaje en esa estrecha definición de lo que es ser
un hombre, como si ser hombre tuviera que pasar un examen de autenticidad. Y
justo en ese afán de marcar distancia con todo lo que consideren
"pluma", ahí es donde comienza la paradoja.
Lo más irónico de todo, y aquí es
donde nos encontramos con el verdadero teatro, es que muchos de esos que
defienden a capa y espada esa masculinidad pura terminan siendo verdaderos
artistas de la puesta en escena. En las apps de citas, es todo testosterona, y
sus perfiles parecen una competición para ver quién puede ser más duro, más
recio, más... masculino, como si la hombría se midiera en las fotos de perfil.
Pero basta con seguir el rastro hasta sus cuentas de Instagram o Facebook para
encontrarse con una realidad muy distinta.
Y aquí es donde la ironía se
desata con toda su fuerza. Resulta que esos que andan con el "masculino
por masculino" tienen no una, sino varias cuentas en las redes sociales,
como si la necesidad de exhibirse no fuera suficiente con una sola. Allí, en
ese otro escenario, dejan de lado la fachada de "macho alfa" y lo que
uno encuentra es un despliegue de imágenes que bien podrían protagonizar una
revista de folclore. No es que simplemente no sean tan masculinos como quieren
aparentar, es que son verdaderas folclóricas, y no cualquier tipo de folclórica,
sino de las de antaño: bata de cola, mantilla y peineta, metafóricamente
hablando, claro.
Ahí es donde la contradicción se
vuelve una obra de arte: esos mismos que reniegan de la pluma son los primeros
en brillar con luces de colores cuando nadie los está mirando de cerca. Se
exhiben en redes como si cada foto fuera una pasarela, mostrando músculos,
poses cuidadosamente ensayadas, sonrisas perfectas y bailes absurdos cubiertos
de filtros. Y lo más gracioso es que en ese mundo paralelo, lo que tanto
parecen despreciar —la pluma, la expresión libre, lo colorido— está más
presente que nunca, pero bajo el disfraz de la vanidad y el culto al cuerpo.
Lo curioso es que, en su
necesidad constante de demostrar una supuesta masculinidad, terminan revelando
todo lo contrario. ¿Acaso no es una versión moderna de aquel viejo refrán:
"dime de lo que presumes y te diré de lo que careces"? Porque al
final, su masculinidad no es más que una construcción frágil, que depende de
que los demás se la crean. Al exhibirse con tanto ego, con varias cuentas en
redes sociales —y ya hay que estar realmente aburrido y tener mucho tiempo libre
—, es evidente que tienen una necesidad desesperada de ser vistos, admirados y
validados. Pero lo más irónico es que, en su afán de demostrar su
"hombría", terminan siendo los personajes más teatrales de todos.
Es como si vivieran en un
musical, una zarzuela donde interpretan dos papeles al mismo tiempo: en el
escenario de las apps de citas (masc x masc) son los machos recios, pero tras
bambalinas, cuando abres sus redes sociales, son los verdaderos protagonistas
de una puesta en escena digna de un desfile de mantones de Manila. Y la gran
ironía es que, en su rechazo a las etiquetas, han caído en la más extravagante
de todas: la del que necesita mostrarse más masculino de lo que realmente es,
mientras en el fondo no puede evitar que la pluma, esa que tanto rechazan,
termine saliendo a volar entre filtros y selfies.
Al final, quizá no se trata de
que estén ocultando su esencia, sino que son actores en una obra que ellos
mismos han escrito. Y como cualquier buen actor, saben que el espectáculo debe
continuar, aunque el guion esté lleno de contradicciones.
Duende del Sur