DÍA MUNDIAL DEL SIDA
Cada 1 de diciembre, desde 1988,
el mundo se une para conmemorar el Día Mundial de la Lucha contra el VIH. Esta
fecha busca crear conciencia, luchar contra el estigma, recordar a quienes han
fallecido y apoyar a quienes viven con el virus. Gracias a los avances médicos,
el VIH ya no es una sentencia de muerte, pero sigue siendo un desafío de salud
global. Según ONUSIDA, más de 38 millones de personas viven con VIH y aunque
los tratamientos antirretrovirales han transformado sus vidas, aún queda mucho
por hacer en términos de prevención, diagnóstico temprano y educación.
En este día, además de destacar
los avances, es crucial reflexionar sobre las experiencias humanas detrás de
las cifras. Vivir con VIH no es solo un reto médico; es una lucha constante
contra miedos, prejuicios y muchas veces, contra la soledad.
Para quienes enfrentan el VIH en
su cuerpo, cada día es un acto de resistencia. La rutina se llena de medicación
que no solo cuida, sino que recuerda lo frágil que puede ser la salud. Cada
visita al médico es un aluvión de emociones: la esperanza de recibir buenas
noticias mezclada con el miedo a un nuevo obstáculo. Sin embargo, el mayor
desafío no siempre está en el cuerpo, sino en las miradas ajenas y en un
silencio que a menudo pesa más que cualquier diagnóstico. Es aprender a vivir
bajo la sombra de un estigma que sigue deshumanizando, mientras se intenta
construir un futuro que, para muchos, se siente aún lleno de interrogantes. Es
encontrar la fuerza para levantarse cada día, incluso cuando el miedo y el
juicio parecen insuperables.
Por otro lado, quienes aman y
acompañan a alguien con VIH llevan una carga invisible, pero igualmente
desgarradora. Ellos conocen de cerca el peso del miedo, la ansiedad de cada
resultado médico y el dolor de sentirse impotentes ante una lucha que no pueden
pelear por completo. Aman en silencio y con valentía, sosteniendo a quienes lo
necesitan mientras lidian con su propia vulnerabilidad. Muchos sienten que no
tienen derecho a expresar su angustia, como si sus emociones fueran secundarias
en una batalla que no es suya, pero que desgasta igual. Es vivir con el corazón
en un puño y la sonrisa ensayada, siendo el refugio de otro mientras buscan el
suyo propio.
En el Día Mundial contra el VIH,
recordemos que esta lucha no es solo médica, sino profundamente humana. Cada
historia es única, cada batalla un recordatorio de la resiliencia del espíritu
humano. Acompañar a alguien con VIH o enfrentarlo en primera persona, es un
acto de valentía que necesita una sociedad más empática, menos prejuiciosa y
más solidaria.
Porque al final, el mayor desafío
del VIH no está en el virus, sino en nosotros mismos: en nuestra capacidad de
comprender, de abrazar y de sanar más allá de las heridas visibles. Dejemos de
ver personas con VIH y empecemos a ver simplemente personas. Solo así
construiremos un mundo donde nadie tenga que enfrentar esta lucha solo y donde
cada vida sea valorada como merece.
El verdadero peligro del VIH no
está en el virus, sino en una sociedad que aún no ha aprendido amar sin miedo y
a aceptar sin condiciones.
Duende del Sur