RR.SS - ESCAPARATE DE EGOS
Las redes sociales han
involucionado de ser una forma inofensiva de comunicación a auténticas armas de
manipulación masiva. Estas plataformas no solo han transformado nuestra forma
de relacionarnos, sino que han colonizado nuestras mentes, alterando nuestras
emociones, conductas y hasta nuestra percepción de la realidad. Lo que empezó
como una promesa de unir al mundo se ha convertido en un mecanismo tóxico que
erosiona nuestra salud mental, destruye nuestras relaciones humanas y polariza
nuestra sociedad. Todo ello bajo la tiranía de un algoritmo que controla cada
aspecto de nuestras interacciones en línea.
El algoritmo, es el corazón
oscuro de las redes sociales. No es una herramienta neutra, es un sistema
diseñado para maximizar los beneficios. Cada interacción en las redes sociales
es registrada y analizada para perfeccionar el modelo de negocio, con el único
fin de crear una adicción. El algoritmo no es un programa que responda a
nuestras preferencias; es un sistema que las crea, un mecanismo diseñado para
moldear nuestras acciones, pensamientos y emociones.
Lo más importante que debemos
entender es que las redes sociales no son productos diseñados para los
usuarios. Los usuarios son el producto. Se presentan como servicios gratuitos,
pero es simplemente una ilusión peligrosa. Tu atención, tus datos personales,
tus patrones de comportamiento, tus emociones y tu tiempo son las mercancías
que venden estas empresas al mejor postor. Económicamente hablando: cuando no
pagas por un producto, es porque el producto eres tú.
Este modelo de negocio de
explotación se refleja en muchas otras áreas, no es exclusivo de las redes
sociales, como las tiendas de ropa o muebles low cost. Pero si no pagamos el
precio real, entonces, ¿Quién lo paga? La respuesta es clara: el planeta y las
personas que trabajan en condiciones infrahumanas para fabricar esos productos.
Para entender esto mejor, vamos a compararlo con otros servicios como HBO o
Spotify, por los cuales si pagas un precio directo. Por estos productos pagas
una tarifa mensual y a cambio te dan un servicio sin publicidad.
Nada es gratis. Siempre hay un
precio que pagar, y cuando no es monetario, es emocional, social o ambiental.
En el caso de las redes sociales estas pagando con tu privacidad, tu salud
mental y tu autonomía. Nos hemos convertido en herramientas al servicio de una
maquina cuyo único objetivo es maximizar el tiempo que pasamos conectados y,
por ende, sus ganancias.
Las redes sociales se presentan
como espacios de libertad, pero esa libertad no es más que un espejismo
cuidadosamente construido. La realidad: cada palabra que escribimos, cada
imagen que publicamos y cada interacción que realizamos está condicionado por
un sistema que decide que contenido debe ser visto y cuál debe ser enterrado. El
algoritmo no prioriza nunca ni la calidad, ni la verdad; prioriza aquello que
genera más “clics”, lo que provoca emociones extremas como la ira, el miedo, y
la indignación, que pueden monetizarse con mayor facilidad. Nos encontramos en
una burbuja diseñada para reforzar nuestras creencias preexistentes y alimentar
nuestras emociones negativas. Es el caldo de cultivo perfecto para la
desinformación, la radicalización y el control masivo; sino preguntaos el
porqué del tridente: Mark Zuckerberg, dueño de Meta – Donald Trump, Presidente
de los EE.UU – Elon Musk, dueño de X Corp.
Uno de los efectos más
devastadores de las redes sociales es como han cambiado nuestra forma de vivir.
La búsqueda de validación externa se ha convertido en el motor de nuestras
acciones, hasta el punto que muchos se han olvidado de vivir el presente, para
publicarlo, para crear contenido. Piénsalo de otra forma, muchos criticáis la
prensa del corazón porque os cuesta entender como ciertas personas venden su
vida, su intimidad a cambio de dinero. Os preguntáis: ¿A quién le interesa su
vida? ¿De verdad cuenta eso en la portada de una revista? Pero al menos ellos
ganan dinero vendiendo su vida y su intimidad. Tú en cambio la estas vendiendo para
que otros ganen dinero. Cada publicación y cada interacción es combustible para
alimentar un sistema que monetiza tu privacidad y tu atención, mientras tu no
recibes nada a cambio, salvo una falsa sensación de conexión o éxito.
Pero hay un fenómeno aún más
inquietante: las personas que gestionan varias cuentas de la misma red social y
a su vez varias cuantas en otras plataformas, aquellos que tienen las cuentas a
pares. Esto hace que uno se plantee muchas preguntas: ¿tanta necesidad de
atención tienen? ¿es tan frágil su autoestima que necesitan tener varios
perfiles para alimentar su ego? Aquellos que gestionáis las cuentas de dos en
dos, intentáis demostrar vidas plenas e idílicas en las redes. Pero en realidad,
lo único que estáis mostrando es todo lo contrario a lo que intentáis
aparentar: aburrimiento, insatisfacción, necesidad constante de validación y la
sensación de que, si no es publicado, es como si no se hubiera vivido. Estas
acciones no reflejan felicidad ni éxito, sino una desconexión con uno mismo y
su entorno.
Debemos recordar que las redes
sociales solo alimentan el ego, no la autoestima. Y la diferencia es vital:
mientras la autoestima se construye sobre la aceptación personal, el ego
depende de estímulos externos y la necesidad de ser aprobado por los demás.
Antes de vender tu vida a un algoritmo que monetiza tu ser y explota tus
inseguridades, es mejor reflexionar y trabajar en construir una autoestima
fuerte. Una buena autoestima no necesita seguidores, ni likes; necesita
autenticidad, presencia y respeto por uno mismo. No arrastrarse por las cloacas
de internet para conseguir aceptación y validación.
Los efectos en nuestra salud
mental son devastadores. Numerosos estudios han demostrado que mientras más
tiempo pasamos en las redes sociales, peor nos sentimos con nosotros mismos. La
comparación constante, el miedo a perdernos algo y la dependencia de la
validación externa son algunos de los factores que contribuyen al aumento de la
ansiedad, la depresión y el sentimiento crónico de insuficiencia.
Lo más peligroso es que esto no
es un efecto colateral, es el modelo de negocio. Una persona segura de sí
misma, no es rentable para estas empresas. En cambio, una persona insegura,
ansiosa y dependiente es el usuario ideal: alguien que pasara el día tanto
publicando, como consumiendo contenido. Para aquellos que gestionan las cuentas
a pares, podría considerarse casi un caso de auto explotación. La presión por
mantener una imagen impecable en cada perfil, por satisfacer a diferentes
audiencias, crea un ciclo de insatisfacción perpetua. Alimentando un sistema a
costa de tu bienestar emocional.
Las redes sociales en muchos
aspectos podemos compararla con el tabaquismo. Al igual que el tabaco, generan
una adicción que nos lleva a subestimar tanto el tiempo que pasamos en ellas,
como lo perjudicial que es para la salud. El tiempo que pasan los usuarios
en las redes al igual que la cantidad de cigarrillos que consume un fumador es
objeto de controversia, ninguno admite realmente la cantidad que consume. Las
excusas: no lo dejo porque fumo muy poco, no las cierro porque apenas le hago
caso. Pero, aunque pocos lo admitan, la situación ha llegado a tal gravedad que
ya hay aplicaciones que te restringen el tiempo que pasas en estas plataformas.
Esto evidencia hasta qué punto se ha perdido el control, confiando una vez más
en la tecnología para recordarte que debes de vivir una vida real y no a través
de las pantallas.
Cerrar cuentas, limitar tanto el
tiempo de conexión como de contenido publicado y, buscar formar alternativas de
conexión con nosotros mismos y los demás, es vital para salir de este ciclo. También
es muy importante reflexionar por qué mantenemos múltiples cuentas, este puede
ser el primer paso para recuperar nuestra autenticidad.
Las redes sociales nos
prometieron libertad, pero nos dieron cadenas. Nos prometieron conexión, pero
nos convirtieron en productos. Es hora de romperlas. Recuperar nuestra
autonomía, nuestra salud mental y nuestra humanidad no es solo un acto de
resistencia, sino una declaración de que no seremos esclavos de un sistema que
nos explota.
“Permitir que un algoritmo desconocido controle tu vida es renunciar a
tu esencia, para convertirte en una herramienta al servicio de una máquina, que
solo busca su propio beneficio”
Duende del Sur