QUIEN SANA, SE LIBERA


Cada herida guarda un mensaje. Cada silencio, una verdad. Lo que no miramos en nosotros, nos guía desde la sombra. Y lo que abrazamos con conciencia, nos devuelve la libertad.

Las personas heridas controlan, hieren, levantan muros. Las que han sanado, confían. Comprenden. Ya no necesitan defensa.

Quien sigue dormido, culpa. Quien ha despertado, se hace cargo.

Quien no se ama, se pierde en los demás. Quien se elige, no mendiga amor.

Quien no ha sanado su narcisismo, necesita admiración para sentirse valioso. Quien sí lo ha hecho, se valora desde adentro.

Quien no ha sanado a mamá, vive buscando aprobación. Quien sí la ha sanado, se aprueba a sí mismo sin permisos ajenos.

Quien no ha sanado a papá, duda de su poder. Quien sí lo ha hecho, se reconoce capaz, legítimo, suficiente.

Quien no ha sanado a sus hermanos, vive compitiendo. Quien sí lo ha hecho, celebra sin comparación.

Quien no ha sanado su identidad, actúa desde el personaje y no desde el alma. Quien sí lo ha hecho, se permite ser sin disfraces, sin miedo y sin pose.

Quien no ha abrazado a su niño interior, sigue reaccionando como él. Quien sí lo ha hecho, repara sin repetir.

Quien no se escucha, se traiciona. Quien se escucha, se honra.

Quien no ha sanado a su maestro, se pierde en la duda. Quien sí lo ha hecho, aprende desde su propia voz.

Quien no ha sanado su hipocresía, exige lo que no practica y juzga lo que esconde. Quien sí lo ha hecho, vive en coherencia entre lo que piensa, dice y hace.

Quien no ha sanado su miedo al abandono, se aferra y controla. Quien sí lo ha hecho, confía y se entrega a la vida.

Quien no ha sanado su vergüenza, se oculta tras máscaras. Quien sí lo ha hecho, se muestra auténtico y libre.

Quien no ha sanado su relación con el éxito, teme fracasar o brillar. Quien sí lo ha hecho, se permite crecer y celebrarse.

Quien no ha sanado su herida de rechazo, busca encajar a cualquier precio. Quien sí lo ha hecho, se acepta y atrae lo que merece.

Quien no ha sanado su relación con la enfermedad, la rechaza o se identifica con ella. Quien sí lo ha hecho, la comprende, la escucha y se transforma desde adentro.

Quien no ha sanado su miedo a la soledad, se llena de ruido y compañía vacía. Quien sí lo ha hecho, disfruta su propia compañía y se conecta desde la calma.

Quien no ha sanado su enojo, explota o se reprime. Quien sí lo ha hecho, usa su fuerza para crear y proteger.

Quien no ha sanado su necesidad de control, vive ansioso y desconfiado. Quien sí lo ha hecho, fluye con la vida y acepta lo incierto.

Quien no ha sanado su perfeccionismo, se critica y paraliza. Quien sí lo ha hecho, abraza la imperfección y se permite avanzar.

Quien no ha sanado su miedo al fracaso, evita arriesgarse. Quien sí lo ha hecho, aprende de cada caída y sigue adelante.

Quien no ha sanado su culpa, vive cargando peso ajeno. Quien sí lo ha hecho, se libera y se perdona.

Quien no ha sanado sus expectativas, se decepciona constantemente. Quien sí lo ha hecho, acepta lo que es y fluye con la realidad.

Quien no ha sanado su ego, se aferra a la imagen y al control. Quien sí lo ha hecho, se reconoce auténtico y se libera del juicio.

Quien no ha sanado su vanidad, busca admiración para sentirse válido. Quien sí lo ha hecho, se acepta y brilla desde su esencia.

Las emociones no atendidas no desaparecen. Se repiten. Se enquistan. Se vuelven destino. Las que se sostienen con conciencia, se transforman en libertad.

Todo lo que no miras en ti, lo proyectas afuera. Todo lo que abrazas con presencia, se disuelve.

La forma en que tratas a los demás no habla de ellos. Habla de ti. De tu dolor, o de tu paz. De tu caos, o de tu centro.

Todo lo que no sanas, lo repites. Todo lo que sanas, lo transformas en amor.

Y no lo olvides: No hay “afuera” que te salve, si por dentro sigues huyendo de ti.

Duende del Sur


 

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