TE VAN A SEÑALAR
Permítete el lujo de ser odiado.
No porque busques el conflicto, sino porque has dejado de mendigar el amor de
quien solo sabía imponerte condiciones. Has aprendido que quien pone precio a
tu valor no merece negociar tu presencia. Y eso, a muchos, les duele. Porque
deja en evidencia lo que ellos aún no se atreven a soltar.
Permítete el lujo de incomodar,
de ser ese espejo que refleja sin filtros, sin maquillaje emocional, sin
adornos que faciliten tragarte. Permítete decir NO sin agachar la mirada, sin
justificar lo que no necesita defensa. No es soberbia. Es respeto propio.
Te van a señalar. Te dirán que
cambiaste, que ya no eres el mismo, que te perdiste por el camino. Pero lo que
no ven —o no quieren ver— es que, por fin, te encontraste. Que dejaste de ser
eco para convertirte en voz. Que no viniste a encajar en moldes ajenos, ni a
aplaudir con la boca cerrada. Viniste a desarmar las jaulas que te enseñaron a
llamar hogar. Viniste a romper silencios, a despeinar normas, a levantar cada
alfombra donde escondías el dolor.
Y sí, eso molesta. Molesta a
quienes viven cómodamente en la repetición. A los que preferían esa versión
tuya que callaba por educación, que aguantaba por miedo, que cedía por amor
malentendido. Esa versión que no eras tú, sino un disfraz para que todos se
sintieran cómodos —menos tú.
Ahora ya no tragas para no
incomodar. Ahora te tragas la incomodidad de otros sin perder el sueño. Porque
la paz no está en gustar, ni en complacer: está en honrarte sin pedir permiso.
Y si esta imagen te incomoda,
mejor mírate tú. Porque esto no va de mostrar un cuerpo, va de no esconder el
alma. De quitarse las capas, los miedos, los “cómo debes ser”. De zambullirse
en uno mismo, aunque eso deje al aire lo que tantos prefieren tapar. Porque el
verdadero escándalo no es el cuerpo desnudo, sino la verdad que ya no se
esconde.
Porque el precio de ser tú es
caro para los cobardes, pero barato para tu alma.
Duende del Sur