LA VÍCTIMA DEL ACOSO
“Cuando el silencio se vuelve cómplice del poder.” Hay heridas que no sangran, pero dejan al cuerpo viviendo en un temblor perpetuo. El acoso laboral es una de ellas: una violencia que no grita, pero que va vaciando despacio la luz interior hasta que la persona deja de reconocerse en el espejo del trabajo. Todo empieza con pequeñas grietas: un gesto que humilla sin parecerlo, una corrección pública disfrazada de exigencia, una duda sembrada con aparente inocencia. Y así, día tras día, la víctima aprende a respirar en un aire que se vuelve juicio, donde cada palabra puede ser usada en su contra. El miedo ya no es a fallar, sino a ser visto. El cuerpo lo sabe antes que la mente: insomnio, fatiga, tensión constante. La víctima no está solo cansada: está deshabitada. Su energía se consume en interpretar miradas, en calcular silencios, en sobrevivir a la próxima emboscada. Lo que antes era vocación se convierte en resistencia. El acoso corroe identidades. Destruye la confianza, apaga la...